Washington, 6 ene (Prensa Latina) Un escenario de creciente violencia política y el aumento de la desconfianza de su población en los valores democráticos nacionales prima hoy en Estados Unidos, justo cuando se cumplen dos años del asalto al Capitolio.
A 24 meses de que una turba intentara detener la certificación del presidente legítimamente electo, en este caso el demócrata Joe Biden, el incremento de las amenazas y agresiones contra funcionarios públicos, y también la multiplicación de los crímenes de odio, exponen los alarmantes niveles de esa problemática social.
Solo cuando faltaban pocos días para recordar el segundo aniversario del abominable acontecimiento, la policía del Capitolio anunció un reforzamiento en la seguridad del edificio ante un eventual ataque a gran escala.
El verdadero reto, advierten analistas, radica en revertir la tendencia a la violencia contra las autoridades gubernamentales y en el apuntalamiento del respeto hacia las instituciones.
La inobservancia a las normas que sustentan el sistema político se evidencia claramente, por ejemplo, en el incremento de las intimidaciones a los funcionarios que toman parte en los procesos electorales.
Acorde con el Departamento de Justicia, entre julio de 2021 y agosto de 2022 se revisaron más de mil casos de amenazas contra estos empleados, y obligó a reforzar las medidas de seguridad de los centros de sufragios, algunos de los cuales incluso instalaron vidrios a prueba de balas.
Asimismo, después del suceso de enero de 2021, el fantasma del negacionismo electoral amenaza con sacar la cabeza en cada proceso de este tipo efectuado en el país, alertan expertos.
Un análisis reciente del sitio Fivethirtyeigth refiere que los datos de los últimos dos años muestran cómo la confianza en los procesos comiciales se mantiene constantemente baja entre los republicanos, en señal de que algunos de los partidarios del expresidente Donald Trump (2017-2021) seguirán abiertos a respaldar las acusaciones infundadas en este ámbito.
Casi todos los demócratas, abundó, confían en los métodos electorales empleados (85 por ciento), pero menos de la mitad de los republicanos (40 por ciento) están de acuerdo.
Por otra parte, un artículo divulgado por The New York Times acotó que de los más de 440 asesinatos ejecutados por extremistas durante la última década, más del 75 por ciento fueron cometidos por ultraconservadores, supremacistas blancos o fanáticos antigubernamentales.
El Departamento de Seguridad Nacional ha advertido una y otra vez que la radicalización de la supremacía blanca y otras ideologías de derecha es la principal amenaza terrorista del país, detalló la fuente noticiosa.
«Me temo que la nación está entrando en una fase de la historia con más violencia civil doméstica organizada de lo que hemos visto en 100 años», expresó sobre el tema Philip Zelikow, ex director ejecutivo de la Comisión del 11 de septiembre, y pionero en estrategias legales para perseguir extremistas violentos.
Aún más preocupante es que una parte considerable de los estadounidenses cree que los crímenes cometidos bajo el pretexto del «patriotismo» no constituyen actos punibles.
Por ejemplo, en una encuesta realizada a más de siete mil 200 adultos, casi un tercio de las personas respondió que la violencia política está justificada siempre o generalmente, tras lo cual los investigadores concluyeron que republicanos identificados con la ideología de Trump tienen más probabilidades de tener actitudes intolerantes y racistas.
Para revertir esa tendencia, expertos estiman que el país debe trabajar en algunos puntos que incluyen la eliminación de la impunidad de los grupos paramilitares organizados, en la depuración de las fuerzas del orden y del ejército de extremistas, y en poner coto a la propagación global de ideas fanatizadas.
A juicio de observadores, esas problemáticas lamentablemente no podrán ser erradicas con el reforzamiento de la seguridad en la sede del Congreso de Estados Unidos, ni con ninguna de las 100 medidas tomadas allí y divulgadas por el jefe de Seguridad del Capitolio, Tom Manger.